Tengo una piel que en estos momentos se ve lucida con el ligero tono dorado que he ido cogiendo durante el verano. A mi me gusta ese colorcillo tan agradecido que el sol deja en mis hombros y en mi escote, así que que me cuido bastante para mantenerla hidratada. Aunque necesito cierto nivel de dedicación, en este caso el resultado se nota. También trato de cuidar mi alimentación y mi nivel de ejercicio físico, ya no solo por mantener el peso sino sobre todo por sentirme sana y a gusto conmigo misma; en este caso el resultado no siempre es tan visible como probablemente a mi me gustaría.
Es igual, he aprendido a respetarme y aceptarme tal como soy y no siento ya complejo por tener el culo más grande que mis amigas.
El otro día me encontré en el vestuario de la piscina a una señora a quien conocía vagamente, observándome mientras me quitaba el bañador mojado. Me miraba de tal forma que casi me sentí violenta… Se dirigió a mi con ese punto de condescendencia que tienen las personas que jamás han recorrido tu camino con tus zapatos y me dijo:
– Perdona, tengo que decirte que eres muy guapa de cara y tienes una piel preciosa, ¡Si adelgazaras un poco, serías una mujer de bandera!
Inconscientemente, cogí la toalla apoyada en el banco y me protegí con ella. Mi mente confusa tardó en reaccionar, sin saber muy bien cómo responder. Pero la incertidumbre duró el instante en que tardó en surgir mi amor propio. Me solté la pinza del pelo, la miré y le dije.
– Señora, mi cara y el resto de mi cuerpo nacieron el mismo día. Hemos llegado hasta aquí juntos, y todavía nos queda un largo camino por recorrer. Es usted una maleducada, no solo por decirme algo así, sino por atreverse a juzgarme. Este es un vestuario que no tenemos más remedio que compartir, pero por favor absténgase de emitir comentarios sobre mi, porque yo no he pedido su opinión.
Se quedó volada, no esperaba que yo le replicara de esa forma. Otra señora sentada en la esquina asentía con la cabeza.
– Hija, ¡encima que te piropean! solo digo que estarías más guapa con menos kilos…
Solté la toalla, la dejé caer en el suelo y manos en jarras me acerqué a ella, y la miré de frente. Bajó la cabeza y se dio la vuelta. No hizo falta más.
Que no. Ya no pueden conmigo las personas que pretenden transformarme en un ideal ficticio que no se corresponde con la mujer que soy realmente. No estoy dispuesta a caer nunca más en la trampa de una falsedad construida a imagen y semejanza de quienes necesitan reivindicar una ilusión. Soy una mujer real, convencida de que mi potencial está en mi TODO. En el valor del conjunto, en la aceptación de mi YO y en el respeto a mis imperfecciones que no son mejores ni peores que las del resto.
Mi belleza no reside solamente en mi aspecto externo, soy guapa porque he hecho grandes cosas para llegar hasta donde estoy, y sé que haré muchas más. El trasfondo quizá sea ese: aceptar que no hemos tocado techo y que lo mejor todavía está por llegar, convencidas de lo que una vez dijo otra mujer extraordinaria:
“No es la apariencia, es la esencia. No es el dinero, es la educación. No es la ropa, es la clase. COCO CHANEL”
